domingo, 13 de enero de 2013

Caminando en Círculos

Las cosas no han ido muy en orden últimamente. En realidad, nunca han seguido uno. Paso de un estado de completa seguridad y determinación, a un estado de cuestionamiento a todo lo que antes parecía definitivo. Voy por el tercer intento de terminar una licenciartura, supongo que eso dice mucho de mi determinación; y aunque de verdad me gusta culpar de ello a las circunstacias, debo ser honesta y admitir que sólo me valí de ellas para no enfretar los hechos. Me encuentro, ahora mismo, en aquel punto en el que es preciso decidir (nuevamente) si voy a continuar con esto o no. ¿Qué va a pasar si por tercera ocasión dejo los estudios? He pensado en varias posibilidades: 

1) Continuar en el trabajo que tengo, maestra de inglés en primaria. Por el momento eso suena bien y no lo dejaré ir, el único problema es que no creo poder continuar por mucho tiempo sin estudios que respalden mis conocimientos y habilidades; sobre todo sin un papel que lo certifique.

2) Platicando con uno de mis buenos amigos surgió la idea de aprender algo, como una especie de oficio del cual nos podamos valer para hacer dinero. La idea básicamente es que sea algo que nos guste hacer para que no tengamos que sentirnos presionados. Sigo pensando cuál podrá ser ese oficio para mí.

3) Dejar la ciudad, de preferencia ya domindando un oficio, y ... 

En realidad creo que no estoy teniendo la mejores ideas. Viajo entre nubes esperando que el futuro no sea tan malo y que alguna especie de magia permita que la suerte esté de mi lado. No confío mucho en mí ni en el terreno que preparo para los tiempos venideros, pero tan sólo pensar que debo tener un plan me hace querer no tener uno.  Al final, me vuelvo a sentir de regreso al 2006 cuando todo mundo parecía ya saber qué sería de sus vidas saliendo de preparatoria y yo me consolaba pensando que con un tiempo de descanso tomaría la mejor decisión; 6 años y medio después, sigo esperando mi mejor decisión.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

[Sin Título]

¿Qué va a pasar el día que me canse de entenderte?
¿Qué va a pasar el día que mis palabras no quieran más justificarte? 
El día que algo dentro se rompa y todo quede al descubierto.
¿Qué va a pasar el día que mi razón no encuentre más explicaciones? 
El día que nuestra verdad se revele y ese miedo tan grande nos persiga ya sin máscara.
¿Qué harás el día que yo me haya ido y tu propia negación te aisle del mundo? 
¿Qué haré el día que no tenga más motivos para seguir ahí?
¿Qué va a pasar si al final todo ha sido un sueño? 
Ese sueño que viene y va; dejando un rastro inconfundible, un sabor agridulce. 
¿Qué va pasar el día que por fin entendamos por qué no somos el uno para el otro?

viernes, 20 de julio de 2012

Textos Turísticos de Jorge Ibargüengoitia

DEPORTES ACUÁTICOS


Esto que escribo está dedicado a las personas que, como yo, gustan de ir al mar, pero le tienen un poco de respeto, prefieren quedarse donde alcanzan fondo, les da flojera nadar diez kilómetros para llegar a una isla desierta, no quieren hacer el ridículo aprendiendo a esquiar, no tienen dinero para alquilar un paracaídas con una lancha que lo arrastre, no saben velear ni tienen ganas de aprender, ni les interesa sumergirse hasta el fondo del mar para ver botellas vacías. Los deportes acuáticos a que voy a referirme son mucho más sencillos y mucho más originales. En realidad son cosas que todos hacemos consciente o subconscientemente, nomás que no nos hemos dado cuenta de lo deportistas que somos. 

      El rey de los deportes acuáticos, o más propiamente dicho, de playa, es el concurso de belleza. Es un deporte en el que todos participamos, queriendo o sin ganas, como competidores y como jueces. Es un deporte muy sencillo y muy divertido. Se puede hacer sentado en una silla de playa, caminando, o tumbado sobre la arena. Consiste en lo siguiente: hay que discernir quién es el más deforme de todas la personas que están en cien metros de playa. Una vez hecho esto, hay que encontrar quién el que lleva el traje de baño más ridículo. Después, quiénes están más feos que uno, y quiénes menos feos. Quién nada peor, clasificando a los nadadores según su estilo: el que se sienta en la orilla del mar a tomar baños de arena, el que se agarra de su mujer para que a los dos los arrastre una ola, el que nada volteando la cabeza como si alguien a su espalda le estuviera hablando, el que cree que es indispensable nadar diez kilómetros todos los días para conservar la salud, etc. A los que consideran que este deporte no es caritativo, hay que recordarles que a ellos también les están juzgando. 

      Otro deporte muy socorrido consiste en llevar cosas inútiles a la playa. El que más lleva, gana. Algunos consejos para los que no tienen imaginación: llevar anteojos negros, sombrero ancho, un reloj que no sea impermeable, dos toallas, para que se llenen de arena, un petate, un pelota de plástico, palitas y cubetas para los niños, una caja de hielo y cervezas, pero sin abridor, radio de transistores, una mascarilla para ver pasar kleenex por el fondo del mar, una llanta, aparte de las que tiene uno en el cuerpo, un colchón neumático, un sombrero de encaje, bata para salir del mar, y si es posible, un papalote... Ah, y se me olvidaba: una novela policiaca. Si a esto se agrega olvidarse de llevar dinero para pagar las sillas, gana uno el campeonato. 

      Para los padre de familia hay montones de deportes acuáticos. Uno, el más bello, consiste en creer que sus hijos son grandes constructores y que van a hacer castillos de arena. Para eso son las palas y las cubetas. En cuarenta y tantos años de vida no he visto un solo castillo. Los niños hacen un agujero en la playa, llenando de arena a los vecinos de silla, y los padres siempre dice:

 -¡Niños, que no eches la arena pa'llá!

      Otro deporte consiste enseñarles idioteces a los niños. Cuando pasa un pelicano, el padre explica:

-Mila. Uno pollito.
      
      En el momento de llegar al mar, el padre debe decir:

-Mira. Agüita.

      También es interesante obligar a los niños a que se vuelvan verdaderos delfines llegando al mar. Para esto, se les dota de llanta, chaleco salvavidas, y sombrero, se les toma de la mano y se les arrastra mar adentro, aunque lloren. 
      
      Para lucirse en la playa, no hay como jugar futbol entre los bañistas. Es algo que llama la atención y levanta mucho el ánimo de todos los presentes. Como no se sabe dónde está la meta, nadie gana y todos hacen el ridículo parejo. Como se juega descalzo, la pelota toma caminos insospechados, permitiendo a los jugadores establecer nuevas relaciones humanas. A veces la pelota cae en el mar, espantando a una señora que cree que lo que está viendo es un pulpo; a veces, sobre la cabeza de una abuelita que está rezando el rosario  mientras sus nietas torean las olas; otras, sobre un plato de camarones que costó quince pesos. Pero donde quiera que caiga la pelota, el jugador de futbol dirá siempre:

-¡Bolita, por favor! 

       Otro deporte fantástico consiste en llegar al mar corriendo, pegar un brinco y quedarse clavado en la arena. O meterse en el agua hasta la rodilla, y voltear, sonriendo y abriendo los brazos, como un cirquero que acaba de hacer una suerte. O salir del mar sonándose las narices y enjuagándose después las manos en la solas. O bien, cuando está uno nadando, echar un chorrito de agua por la boca cada vez que pasa alguien cerca. O jugar carreras con alguien que no sabe nadar. O tranquilizar a señoras gordas que creen que se están ahogando diciéndoles:

-Mire. Yo estoy parado.

        También puede uno irse mar adentro - que queda a cincuenta metros de la playa -, quedarse allí flotando como boya; un rato de muertito, otro, boca abajo, otro más de perrito, y después regresar a tierra, salir del mar sofocado, dejarse caer en una silla y pedir una cerveza helada

sábado, 7 de abril de 2012

...

Empiezo a creer que esto es absurdo e inútil, yo no puedo hacer nada ante lo que sucede, soy como un espectador inservible.

A veces siento que sería mejor si alguien más lo hiciera por mí, yo no tendría que preocuparme de nada y solo aceptaría la disposiciones de otra persona; sin embargo, creo que no podría.

Es cuando me cuestiono, ¿de qué sirve tener un espíritu emprendedor, que desea ser libre, si vive asustado y con dolor?

No quiero este espíritu si no seré capaz de hacerlo feliz, no quiero esta vida si no soy capaz de amarla.

He decidido darme una oportunidad y apenas corre el segundo año de ese plazo, si las cosas no mejoran para el termino, creo que mi destino esta sellado.

lunes, 18 de julio de 2011

Domigo 16 de mayo 2010 2:20 am

Ésto lo escribí hace poco más de un año. Todo lo dicho ahí ya pasó y han sanado las heridas. Lo publico porque creo que es la primera vez que me gusta como expreso lo que siento y pienso, fue la primer vez que me sentí capaz de decirlo sin miedo.

"No sé cuantas veces ya he intentado escribir lo que siento respecto a esta situación. Esta semana me enteré que estabas deprimido, que decías haberte dado cuenta de tu error y que querías tener la posibilidad de hablar conmigo y, si no arreglar las cosas, por lo menos no dejarlas simplemente así. Yo sé que mi respuesta a esa petición indirecta te llegó, y sí, no estoy segura de querer verte. No estoy segura porque no sé si al verte mi fuerza se debilite y termine rindiéndome ante ti como siempre sucede o si, al contrario, me comporte inflexible ante la rabia que me hace sentir el trato que me has dado. Desde que me pediste que me alejara y te dejara recuperarte de esa molestia que te causé he pensado muchas cosas, me he preguntado tanto y tanto, mis sentimientos se debaten entre tú y yo. ¿De verdad era necesario recurrir a esto? ¿De verdad esto era lo que tú querías? ¿De verdad merezco que me trates de esta manera? ¿De verdad nunca supiste de qué forma me querías? ¿De verdad siempre tuviste miedo o sólo era un pretexto para no tener que comprometerte conmigo en ningún sentido? Muchas preguntas y dudas dan vueltas en mi cabeza, el por qué de todo esto empieza a perder su sentido, ya no sé si me interesa saber tus razones. Decidiste que la mejor opción era hacerme a un lado hasta que tú sintieras que era digna de tu perdón, puedo entender que lo hicieras, lo que no puedo entender es que esperaras que yo estuviera en ese mismo lugar esperando, pendiente de ti y de tus palabras. ¿Sabes? Resulta que soy un ser humano, no un perro al que puedes castigar e ignorar cuando hace algo malo y después volver y darle tu cariño pretendiendo haberlo amaestrado para que no se vuelva a equivocar. No puedo y no quiero hacerlo. Estoy cansada de “aceptar que paso pero no dejar que nos afecte”, nos afecta ¡y mucho¡ Si hemos llegado a este punto es porque nos la hemos pasado fingiendo que nada malo pasa, que somos tan maduros que ese tipo de cosas no nos afectan cuando en realidad nos carcomen el alma y nos hacen más resentidos el uno hacía al otro. Tú no supiste perdonar mi error porque tampoco supiste perdonar el tuyo, yo no pude interpretar tus palabras porque no podía aceptar un “te quiero pero no de la forma que tú esperas”, nos afecta y más de lo que nos gustaría aceptar. Nos hemos hecho daño, tal vez sin quererlo, hemos herido los sentimientos del otro y ninguno ha sido lo suficientemente maduro como para enfrentar las cosas; y no hablo de sentarse a platicar y decirle al otro lo que creemos espera escuchar, hablo de decir lo que realmente sentimos. Todas esas veces que te deseé el peor de lo males por haberme dicho que no podías quererme más, por las veces que espere que llamaras y no lo hiciste, por todo el tiempo que no fuiste sincero conmigo, por todas las lágrimas que me has hecho llorar, todos esos sentimientos de dolor y enojo que guardamos. Te quiero y no me da pena decirlo, no me importa que los demás digan que te engrandezco con mis palabras, que no mereces ese amor que siento por ti, ¡no me importa! Te lo digo sin esperar nada a cambio, te lo digo como te lo dije alguna vez: te quiero muy a pesar de ti mismo. He aprendido a querer a ese ser inseguro y a veces tonto, a ese niño que trata de ser hombre, a ese bruto que ni siquiera sabe cómo debe terminar con una novia, a ese iluso que cree que se debe esperar por el momento correcto para decir las cosas, a ese imbécil que me ha hecho llorar tantas veces, a ese que tiene que pensar por meses si me quiere o no (eso se siente, sólo se siente). He aprendido también que querer a ese individuo me ha causado mucho daño emocional, físico y a veces mental, he aprendido que no puedo esperar toda la vida que se borren sus inseguridades, he aprendido que no importa lo que haga o diga si él no me quiere no lo hará por más que lo piense y que si quiero dejar de llorar por él debo dejarlo ir y continuar con mi vida, tenerlo conmigo como un hermoso recuerdo, sólo eso, un recuerdo. Mi intención con estas palabras no es decir que no hay solución a nuestros problemas, la hay, y creo que estamos a tiempo de rescatar la relación de amigos o lo que sea que somos. Lo que quiero decir, es que si ambos queremos que esto funcione ambos debemos cambiar nuestra actitud y ahora sí, en serio, comenzar a madurar, a ser gente pensante pero no insensible. Ser capaces de hablarnos con la verdad, ser capaces de aceptar que no somos perfectos y que habrá muchos más errores que perdonar en el futuro, ser capaces de tomar las riendas de esta relación sin dejar que otros se involucren y vivan lo que a nosotros nos toca vivir y sufrir. Te pido, que si tu intención es que rescatemos lo que alguna vez tuvimos, hagamos un esfuerzo, seamos sinceros y honestos con el otro y sobre todo con nosotros mismos. No más pretensiones y niñerías, no tengamos miedo a enfrentarnos con la verdad y decir lo que vemos mal o bien del otro y también de nosotros mismos, no tengamos miedo a sentir porque no es malo y no importa cuánto te escondas, siempre te alcanza. Tengamos valor y si no estamos dispuestos a tenerlo es mejor no perder nuestro tiempo y entonces aceptar que no es plan de la vida que compartamos en ella y alejarnos sin rencores."

lunes, 27 de diciembre de 2010

Irgendwer...

Irgendwer, sag mir wie ist die Freude!

Wie sind die Freiheit und die Liebe .

Ich kenne ihnen nicht.

Ich fühle ihnen nicht.

Irgendwer, sag mir wie ist das Glück!

Wie sind die Schönheit und die Güte .

Ich sehe ihnen nicht.

Ich fühle ihnen nicht.

Irgendwer, der mein ganzes Leben nicht gewusst hat.

Der mich nicht kennengelernt hat.

viernes, 24 de diciembre de 2010

...

Debe ser por el farmaco, pero me siento distinta, como que pienso diferente.
Debe ser la casualidad de encontrarnos de repente, pero ya no me siento sola.